En el caso de una gran invasión, el hombre podría tener una solución: Comerse a su enemigo.
Si bien muchos insectos no son comestibles, además de ser peligrosos, otros pueden perfectamente ser consumidos por el hombre. Muchos pueblos ya han dado prueba de ello. Algunas tribus africanas comen termitas asadas.
En Laos se consumen grandes cantidades de chinches gigantes de agua cocinadas al vapor. En México existe una chinche que asada, constituye un exquisito manjar. En brasil se sirven las hormigas con salsa y en Tailandia se sazonan con curry. En Indonesia, los grillos son condimentados y cocidos al vapor en hojas de plátano.
Uno de los platos favoritos de Aristóteles era la ensalada de cigarras. En ciertos lugares del mundo, el hombre se alimenta de orugas, moscas, larvas, gusanos de seda e incluso piojos.
La repugnancia que nos producen algunos alimentos viene dictada por los usos y costumbres- ha afirmado un gran entomólogo americano-.Muchos insectos tienen un gusto delicioso y aportan más proteínas, lípidos y calorías que la misma cantidad de carne de vaca.
Este consejo no parece convencer a mucha gente.¿Y a ti? ¿Te comerías un sandwich de escarabajos o una sopa de moscas? Difícil de digerir, ¿no?
Los científicos afirman que aun cuando el hombre desaparezca un día del planeta, el insecto permanecerá en él.
De hecho, son animales que saben adaptarse a todas las circunstancias. Algunos insectos viven en aguas a 65º C de temperatura. Otros, en cambio, soportan un frío intenso. Ni siquiera el petróleo les asusta. Psilope petrolei es una pequeña mosca que se nutre de hidrocarburos. Se han realizado experiencias que han demostrado que las larvas conseguían realizar su metamorfosis en formol. El doble sistema respiratorio de las mariposas las permite, incluso, resistir al cianuro.
En el caso de un conflicto atómio, los insectos saldrían bien parados.
Extremadamente resistentes, serían los últimos supervivientes de la Tierra.
Una vez más, si el hombre se despreocupara de estas cuestiones y sigue aumentando la polución, podemos esperar lo peor.
